viernes, 14 de mayo de 2010

Una aproximación a Michel Serres

Michel Serres nació en 1930, es filósofo e historiador en ciencias, también sirvió a la Marina Francesa, experiencia que también se fundió con su quehacer filosófico.
En 1977 forma parte de un seminario organizado por Claude Lévi-Strauss que se llamó "La identidad". Desde el principio de su conferencia, Serres va a situarse como un extranjero del discurso universitario. Desde este linde, va a intentar dar cuenta de la identidad como transfigurativa, una especie de Penélope que teje y desteje. Va a explicar que cada cultura trama variedades y que esas variedades son transfigurativas, van mutando y circulando. El ejemplo principal que da es el de los espacios: uno recorre distintos espacios y va mutando según los espacios que recorre. El umbral, el entre-decir, la transformación sería el lugar de Serres, lugar de extranjero, de hermafrodita. La invariante es el trazado del recorrido (de ahí que las personas que no pueden transfigurarse según los espacios sean anómalos).
Como dice este autor "ya no sé señalar el límite entre el relato, el mito y la ciencia". La delimitación de los discursos nos hace olvidar los puentes y las grietas que surgen entre ellos: puentes que unen lo desconectado, grietas que desconectan y conectan lo desconectado.
La Alquimia es una obra de circulaciones, la práctica del crítico literario también. El alquimista se funde con la naturaleza, con las circulaciones del agua a través de la atmósfera y la tierra y actúa sobre esa circulación. En su laboratorio, reproduce la circulación atmosférica en las sucesivas destilaciones filosóficas. De ahí se transforma en fogonero y pone en juego el calor como principio motor de sus destilaciones. Cada destilación transformará la materia impura que el obtuvo de la naturaleza en mercurio precioso pero también lo transformará al mismo alquimista. Frater Albertus, en Manual del alquimista escribe:
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Debemos hacer el trabajo por nosotros mismos, porque nadie puede hacerlo por nosotros. Empezaremos a realizar que nada es por más tiempo tan individualista como parecía antes. Nosotros es el término en el que pensaremos. Nosotros, Dios y yo, humanidad y yo, se entrelazan, el "yo" pierde su significado; se sumerge en el Todo Cósmico. "Yo" se convierte en muchos, como una parte de muchos que tienen su fin en uno. La individualidad, aunque todavía existe, se convierte en la "individualidad total".
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Serres pensará estas circulaciones como una serie donde el azar y lo determinado se entrelazan. Como las novelas de Emilio Zola, que repiten lugares, situaciones y que, sin embargo, se producen desvíos en esas circulaciones. Como el obrar del alquimista, que dentro de la misma circulación atmósferica puede encontrar una sustancia totalmente diferente de una circulación anterior. La filtración del texto deja cierto número de residuos irreductibles.
En esta serie se combinan elementos de un mismo conjunto. La serie es puramente matématica y temiblemente azarosa. Por eso, en la labor alquímica existe mucho la frustación del aprendiz que quiere, rápidamente, maniobrar las circulación, entender el recorrido. Muy parecido es el error kantiano: proyectar un sólo espacio para la estética, cuando se pueden detectar varios espacios, abundantes. Tantos espacios como recorridos haya sobre la estética (espacio múltiple y abierto a todo tipo de series).
En definitiva, lo que importa realmente es la intersección, la interconexión de esas multiplicidades. Se crea así un universo sin centro ni eje, donde cualquier punto puede ser conectado con otro, sea discursivo o material: el espacio del lenguaje se conecta con el espacio del laboratorio con el espacio de la fábrica y de la familia. Es inadaptado el que no entiende esta transmutación o el que rechaza este traspaso. En palabras de Hocquenghem y Scherer:
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universo acósmico, sin dios ni centro. Sin ser átomos, los granos de polvo que danzan en un rayo de sol constituyen la presentación visible del movimiento atómico universal. El sólido más pequeño, refinado hasta hacerse sutil, es también la fuerza que introduce lo que no se puede ver en el gran espectáculo de la naturaleza.
El movimiento de los átomos corroe, enmohece los grandes cuerpos. Todo se exuda, se evapora en una transformación de lo visible en invisible para producir un nuevo visible, el de los flujos, el polvo, las nubes. La materia más sutil y la más pesada forman una cadena continua cuyo agente es el átomo.

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