lunes, 6 de septiembre de 2010

Los cuerpos

¿Cuánto cuerpo deseas ponerle a la literatura? En ésta se podría hacer una cartografía de los cuerpos: cuerpos enrarecidos, monstruosos, eclipsados... En fin, millones de cuerpos convalecientes que parecen desbordar los límites de lo contable (en el sentido más matemático posible).
En Pasolini podemos encontrar ese cuerpo que no posee la capacidad de mirar su condición social y que, por lo tanto, no se decide a producir una máquina con sus deseos. Ese cuerpo, completamente eclipsado y pálido, no puede tener conciencia de clase. No encuentra, en sus formas discursivas de abordar el mundo, la salida para desarticular su espacio social (que no es sólo simbólico sino que es una marca, un estigma en el cuerpo) y fugarse, mediante una salida mística o mesiánica, de sus condiciones de producción de su propio cuerpo. Este autor dice en Teorema:

Lo que en él es pálido es otra cosa: la humanidad, el mundo, su clase social.
Sus ojos son muy inteligentes: pero su inteligencia está como enturbiada por una enfermedad intelectual, de la cual Pedro no se da cuenta, resarcido como está por la seguridad que su nacimiento le ofrece a comprender y actuar.
Por eso, existe un obstáculo inicial que le impide, fatalmente, comprender y sobre todo admitir lo que ahora le sucede. Para poder ejercitar, realmente y con sentido de la realidad, su inteligencia, debería rehacerse de pies a cabeza. Es su clase social la que vive una vida verdadera en él.

Esta clase social que no sólo produce una mirada economicista del mundo, también sexual, erótica, será desbordada por el huésped que, de manera sagrada, va a la casa pequeño-burguesa a abrir los caminos a las orientaciones sexuales de esa casa (esto está mostrado literalmente: el huésped se va por un camino y todos los habitantes de esa casa siguen ese camino buscando desarmar su condición de frígidos pequeño-burgueses).
Otra articulación del cuerpo hará Castaneda en su celebérrimo Las enseñanzas de Don Juan. Si en Pasolini se ponía como escena de juicio la triada clase social- orientación sexual- conciencia de clase, en Castaneda se propondrá la triada experiencia alucinatoria- concepción de la realidad- aprendizaje.
La salida también será una vía mística o mesiánica donde la experiencia alucinatoria permite un aprendizaje de un modo no cotidiano de percibir la realidad. Ya no se pondría en juego el cuerpo como preformado por la clase social, sino el cuerpo como preformado por una visión occidental- racional de percibir los hechos del mundo que lo rodea. El problema de Castaneda, más que un problema político, es un problema fenomenológico: ¿De qué manera se perciben los fenómenos cuando el cuerpo se mantiene fuera de sí, en una fuga alucinatoria?

- ¿Quiere usted decir que yo en realidad no tenía cuerpo?
- ¿Tú qué piensas?
- Bueno, no sé. Nada más puedo decirle lo que sentí.
- Eso es todo lo que hay en realidad: lo que sentiste.
- ¿Pero cómo me vio usted, don Juan? ¿Qué parecía yo?

La vía de Castaneda produce una fuga del cuerpo de sí mismo. Es el cuerpo alucinatorio el que presenta un desafasaje con la visión cartesiana, clara y distinta que prevalece en el imaginario científico de la cultura occidental.

Podría nombrar otros ejemplos de cuerpos desarticulados, eclipsados o monstruosos como en Kafka, Burroughs, Artaud, Melville, Sade, Quevedo, Perlongher, Sófocles, Etchevarria... En fin, esto es sólo un principio para una arqueología de cuerpos en la literatura occidental, un puntapie inicial para el que quiera buscar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario